Moya surge como núcleo de población moderno tanto por razones de necesidad de asentamiento agrícola como de carácter religioso. Los repartos de tierras y aguas efectuados tras la conquista de Gran Canaria y la orografía condicionaron el asentamiento poblacional, conformándose núcleos dispersos. Tras la conquista de la isla, a finales del siglo XV, y como fruto de los repartimientos de tierras y aguas a los participantes en la misma, comenzó un importante desarrollo importante de la agricultura, sobre todo de los cultivos de exportación como la caña de azúcar. A raíz de este crecimiento económico se crearon núcleos urbanos de nueva planta, como la Villa de Moya, cuyo nombre proviene del Marquesado de Moya.

A partir de la primitiva ermita en honor a Nuestra Señora de Candelaria, ubicada en el solar donde se construyó en el año 1515 la parroquia y que a día de hoy ocupa la actual iglesia, comenzó el poblamiento de la Villa. Dicho asentamiento se realizó en su mayoría por parte de los trabajadores agrícolas. A mediados del siglo XVII, tras la caída del cultivo de la caña de azúcar, se produce un incremento de población en las zonas de medianía motivado por la introducción de nuevos cultivos de gran rendimiento y bajo costo, con lo que crecieron los pagos y barrios ya existentes y surgieron otros nuevos. Fue en esta época en la que surgieron los principales núcleos moyenses, como Fontanales, Barranco del Pinar, Trujillo, Los Dragos y El Laurel.

Ya en el siglo XVIII se prefigura la actual configuración del municipio con una población asentada mayoritariamente en las medianías, en las que se desarrolla una agricultura de abastecimiento y una ganadería, sobre todo de vacas y cabras, muy importantes. A finales de este siglo y durante parte del XIX, las duras crisis que sufre toda la isla, provoca la ocupación de tierras que formaban parte de la Selva de Doramas, lo que supuso la casi completa desaparición de este enclave único de Gran Canaria.

De nuevo, es la agricultura la que impulsa la urbanización. Si a mediados del siglo XVIII el casco de Moya concentra el 43'7 % del vecindario y Fontanales, segundo lugar en importancia, el 14'2 %, en los comienzos del siglo XIX la concentración de la población en el casco se reduce al 19'3 % y la de los núcleos del entorno de la Montaña de Doramas se eleva al 31'2 %, debido a los repartos y roturaciones de nuevas tierras en dicha Montaña (1806 y 1812). La vivienda habitual, de dimensiones modestas (una o dos habitaciones) y con escasa inversión en su construcción, fue la casa de una planta (casco, la costa y Fontanales) y la cueva (entorno de la Montaña de Doramas).

La sociedad de los siglos modernos se estructuró en tres grupos: los grandes propietarios de origen foráneo, poseedores de la mayor parte de las tierras y aguas del lugar y cuyo cuidado y gestión estuvo a cargo de un reducido grupo de medianos propietarios locales, quienes ejercen no sólo los diversos cargos de la administración local sino una posición preeminente sobre el numeroso y variado grupo popular integrado por pequeños propietarios agrícolas y ganaderos, jornaleros, braceros y mozos de labranza y artesanos (90 % de la población).

La paulatina introducción de distintos cultivos de exportación, como la cochinilla y el plátano, motiva que Moya experimente un nuevo proceso de crecimiento, sobre todo en la zona costera, idónea para estos cultivos. De esta manera, la historia de Moya siempre ha estado profundamente ligada al desarrollo agrícola del norte de Gran Canaria y, por tanto, al desarrollo económico. Si bien en las últimas décadas se ha producido un descenso general en las actividades agrarias en el contexto insular, apreciable en el abandono de buena parte de las tierras de cultivo, la economía de Moya sigue conservando su base y sus tradiciones agrícolas y ganaderas. 

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