HISTORIA


Moya surge como núcleo de población moderno tanto por razones de necesidad de asentamiento agrícola como de carácter religioso. Los repartos de tierras y aguas efectuados tras la conquista de Gran Canaria y la orografía condicionaron el asentamiento poblacional, conformándose núcleos dispersos por encima de los 600 metros de altitud -Montaña de Doramas- y agrupados por debajo de esa cota –casco de Moya-. Tras la conquista de Gran Canaria a finales del siglo XV y como fruto de los repartimientos de tierras y aguas a los participantes en la misma, comenzó un desarrollo importante de las actividades económicas relacionadas con la agricultura y en especial de los cultivos de exportación como la caña de azúcar. Las consecuencias de este impulso económico fueron, entre otras, la creación de núcleos urbanos de nueva planta como la Villa de Moya, cuyo nombre le viene del Marquesado de Moya.

 

 

A partir de la primitiva ermita en honor a Nuestra Señora de Candelaria, localizada en el solar donde se construyó en 1515 la parroquia bajo la misma advocación y que hoy ocupa la actual iglesia, comenzó el poblamiento de la Villa. Dicho poblamiento se realizó fundamentalmente por trabajadores encargados de las labores agrícolas. A mediados del siglo XVII y después de la recuperación, tras la caída del cultivo de la
caña de azúcar, se produce un incremento de población en las zonas de medianía, creciendo los pagos y barrios ya existentes y surgiendo otros nuevos que se caracterizan por la dispersión del hábitat. Es en ésta época cuando surgen los principales núcleos de la Villa como Fontanales, Barranco del Pinar, Trujillo, Los Dragos o El Laurel.

 

 

Las causas de este incremento pueden buscarse en la introducción de nuevos cultivos de gran rendimiento y bajo costo. Esto junto a la calidad de las tierras que posibilita una buena producción agrícola, genera un comercio de la misma, tanto en el mercado grancanario como en el tinerfeño, al ser el Norte una buena zona de contacto con esta Isla. Así Moya se caracteriza por ser uno de los núcleos de población que más crece en el Norte en esta época, por el dinamismo de su economía de base agraria. Por tanto, en el siglo XVIII ya se prefigura la actual configuración del Municipio con una población asentada mayoritariamente en las medianías, donde se desarrolla una agricultura de abastecimiento y una ganadería, sobre todo de vacas y cabras, importantes. A finales de este siglo y durante parte del XIX, las duras crisis que sufre la isla y que afecta a Moya también, provoca la ocupación de tierras que formaban parte del bosque de Doramas, lo que significa la desaparición de este enclave único en Gran Canaria.

 

 

El fomento de la agricultura impulsó el proceso urbanizador en el siglo XVIII y, si a mediados de la centuria, el casco de Moya concentra el 43,7% del vecindario y Fontanales, segundo lugar en importancia, el 14,2%, en los comienzos del siglo XIX la concentración vecinal en el casco se reduce al 19,3% y la de los núcleos del entorno de la Montaña de Doramas se eleva al 31,2% debido a los repartos y roturaciones de nuevas tierras en dicha Montaña (1806 y 1812). La vivienda habitual, de dimensiones modestas (una o dos habitaciones) y con escasa inversión en su construcción, fue la casa de una planta (casco, la costa y Fontanales) y la cueva (entorno de la Montaña de Doramas).


La alta natalidad y mortalidad registrada en el periodo 1480-1850 han dado como resultado un crecimiento demográfico lento: 60 habitantes a fines del siglo XVI, 700 en el XVII y 878 en el XVIII, produciéndose la aceleración del crecimiento en el siglo XIX ya que, por efecto de las roturaciones de tierras en la Montaña, se pasó de los 1.188 habitantes de 1802 a los 3.701 de 1848.

El crecimiento de la población permitió a Moya adquirir en los comienzos de la modernidad la condición de pueblo y contar con párroco y alcalde. La ermita construida a fines del siglo XV bajo la advocación de la Candelaria, de reducido tamaño y materiales de piedra y barro con techo a dos aguas, una pequeña campana y planta de una nave, fue reemplazada en 1673 por una nueva iglesia que, aunque sometida a diversas reconstrucciones, permaneció en pie hasta su sustitución por el actual templo a mediados del siglo XX. Muy pronto, el 18 de abril de 1515, el obispo Vázquez de Arce la convirtió en parroquia, precediendo el párroco al alcalde y permitiendo el establecimiento de una escuela de primeras letras a cargo del sacristán hasta la fundación de la primera escuela pública de niños en 1806 con la dotación de tres suertes de tierra en la Montaña. El alcalde no fue nombrado hasta fines del siglo XVI, añadiéndose a su gestión en 1766 dos diputados del común, un síndico personero y un fiel de hechos, elegidos mediante compromisarios electos por los vecinos. La existencia de estos empleos no permitió a Moya, salvo los paréntesis constitucionales de 1813-14 y 1820-23, adquirir la condición de ayuntamiento hasta los años 1835-36 en que se definen sus facultades político-administrativas y económico-fiscales.

 

 

La sociedad de los siglos modernos se estructuró en tres grupos: los grandes propietarios de origen foráneo, poseedores de la mayor parte de las tierras y aguas del lugar, cuyo cuidado y gestión estuvo a cargo de un reducido grupo de medianos propietarios locales, quienes ejercen no sólo los diversos cargos de la administración local sino una posición preeminente sobre el numeroso (90% del vecindario) y variado grupo popular integrado por pequeños propietarios agrícolas y ganaderos, jornaleros, braceros y mozos de labranza, artesanos y mujeres pobres obligadas a ejercer oficios de escasa remuneración y consideración social para subsistir.

A partir de estos momentos con la paulatina introducción de los distintos cultivos de exportación, la cochinilla y sobre todo el plátano en este siglo, Moya experimenta un proceso de crecimiento, sobre todo en la zona costera más apta para estos cultivos. Por tanto podemos decir que la Historia de Moya ha estado profundamente ligada al desarrollo agrícola de Gran Canaria y por tanto a su desarrollo económico. Si bien en
los últimos años se ha producido un descenso general en las actividades agrarias en el contexto insular y municipal, apreciable en el abandono de buena parte de las tierras de cultivo, la economía de Moya sigue conservando su base agrícola. Esta se ha visto complementada con pequeñas industrias como la de los bizcochos, famosos en toda la Isla.

 

 

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